lunes, 21 de marzo de 2011

¿Dónde están los límites Norma?

Hace unos meses hubo un accidente de tránsito en el Municipio de General Rodríguez, entonces los de la municipalidad se dieron cuenta de que corría peligro mucha gente, para lo que se pusieron de acuerdo y tiraron abajo todos los refugios, que estaban mal hechos, mal diseñados, mal pensados...
Como piensan mal, hacen todo mal. Por eso me pregunto ¿dónde están los límites? Puedo sostener que piensan hasta donde les conviene, hasta donde les pagan y que no piensan más porque sería como gastar pólvora en chimango. O estoy en lo correcto o debería juzgar que a pesar de sus ideas (¿Qué son las ideas si no están escritas?) actuaron mal antes y después del accidente. Mucho de esto pasa a menudo por acá y por allá... el tema es que aunque sepamos lo que se debe hacer, aunque lo digamos (sin por eso haberlo pensado) algo nos puede salir bien y podemos tener suerte por un buen rato. Y así es que me parece que funciona todo, por suerte o por aparataje, por estar contenidos en una cultura que nos deja vivir sin pensar y que nos deja hablar sin pensar. Porque para el caso una libre expresión del sinsentido es todo lo que hoy toma estatus de hábito, todo a lo que nos acostumbramos. Lentamente aparecen otras posturas, otras maneras de vivir, que para el caso al que me refiero está la imagen del refugio hecho con ramas y plástico. No sólo es ecológico (no tanto como el barrio privado que están construyendo a unas cuadras) sino que le permite a la municipalidad no tomar cartas en otro asunto. El refugio desmontable es una alternativa de la gente para la gente. No tiene papeles ni los necesita.
Los límites (querida Norma) de la cultura no están en el deber ser, sino en lo que podemos transformar. Fijáte que de la deficiencia del municipio nos volcamos a lo que acontece, al momento en que alguien dice: hay que hacer algo... y lo hace, así de precario, así de ilegal, algo poco útil si se quiere, pero que al menos nos cubre del sol y la llovizna. Así vive mucha gente en este país querida, mucha gente... Y no sé que será de nosotras el día que la gente no dé vuelta la tortilla. Hoy vi una madre paquera y su niña gritaba, tanto gritaba que ahí entendí por qué gritaba. Yo no sabía que había madres paqueras hasta que escuché a la niña. Pero sólo putié y eso fue todo.

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