martes, 18 de enero de 2011

Salí a correr

Lo que vi ayer me hizo pensar que también puedo salir de casa corriendo, ni en bici, no tanto así en tren o colectivo, sino por mis propios medios: imagínense dos piernas bastante largas desplazándose en un radio de un kilómetro, con el sol matutino en la espalda primero, después en la cara, a medida que completo la semicircunferencia que forma "el barrio", en el que la gente sale a caminar, trotar o trabajar, en el peor de los casos. No pertenezco a la clase ociosa, que de hecho no existe y sin embargo, aparentemente tengo ciertos privilegios. Pero no, es un poco desafortunado no levantarme temprano y salir a trabajar... lo que me tiene a mal traer pero a la vez me deja entrever los espectros del futuro en Internet, por la calle, en las charlas de peluquería... quién pudiera perder el tiempo indefinidamente. No sé lo que va a pasar mañana, qué voy a hacer con lo que no tiene sustancia, con lo que prácticamente ya ni es tiempo ni espacio. Quizás por eso me sea tan fácil dejarlo pasar, a la carrera... prefiero demorarme un poco más, escribiendo y leyendo lo que no hay que leer, como si por todos lados colgaran carteles imaginarios. No está tan lejos de la realidad del pueblo: sin señales, numeración confusa, transporte añejo y caras desconocidas.

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Vidrios rotos