sábado, 23 de julio de 2011

Convengamos que no siente amor por nadie

Me encanta pasar por la hipérbole para llegar a la ironía de la anticarta/antipoema

7
¡Todo era amor… amor! No había más que amor. En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar nada más que de amor.
Amor pasado por agua, amor a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche… lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas…
Amor espermatozoico, esperantista. Amor desinfectado, amor untuoso…
Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimentan de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto. Amor incandescente y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo. Amoramor que es, simplemente, amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!
Oliverio Girondo, “Espantapájaros (al alcance de todos)” 1932.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vidrios rotos