Hoy fui a ver a mi neurocirujano. En el camino me maquinaba con el tiempo, y todavía me pregunto: ¿por qué a mí por una hora me pagan tan poco? Porque en comparación con él, gano casi nada. Sí, 100 pesos le pago por darme menos de 5 minutos. Con lo afeitado, perfumado y peinado que estaba, podría haberme dado al menos un servicio preferencial. Me reprochaba: te olvidaste de todo! El canchero tenía una historia clínica, pero no tenía ni idea de cómo me gusta ir a verlo, ni idea de cómo me gusta pagar para que me diga que no tengo cura y que tengo que volver. Es tan lindo, parece tan tonto que me da ternura. Una vez me dijo: te curé! y poco más que saltaba en el aire, pero no, no me curó. Él dice que mi tratamiento debía haber durado 3 meses y me reprocha que me olvidé de continuarlo, pero justamente, cómo es posible que me acuerde que me dijo Te curé! Quizás necesite que me cure reiteradas veces, o quizás el sabe que tengo otra cosa que se cura sólo con sus palabras. No importa, me encanta ir a medicina laboral, olvidarme los nombres de mis alumnos, llevarme a la cama todos mis problemas y transformarlos en simples desequilibrios químicos.
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