jueves, 3 de enero de 2013

Con o sin

Las cosas se desprenden, se dividen, y el tacto es esa imagen sensorial con la que significamos nuestra capacidad de apego/desapego. Uno tiene tacto cuando sabe tratar al otro como lo merece. Y es por eso que nadie en su sano juicio tratará al paria con lástima. Al paria, ser insignificante, del que se puede pasar, como de un clochard, no se lo observa con detenimiento. No obstante, su imagen sobrevive e impregna la retina. No la podemos desechar porque consigo lleva la incoherencia de vivir a la intemperie; esto es haber perdido el hogar o el derecho a la familia. Carecer o prescindir de ella es un hecho social in crescendo.
El desapego del paria es intencional ya que elige lo que la mayoría evade: llámese soledad o angustia de no tener con quien contar. Si tratamos al paria con lástima, si derrochamos gotas de cariño sobre su rostro, palabras de elogio o compasión, estamos ofreciéndole un resto del que quiso huir.
Mucha gente sin tacto olvida que quienes viven la angustia y eligen la soledad no pueden fingir apego, porque un paria solo recibe lo que da o lo que es igual, indiferencia.

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Vidrios rotos