miércoles, 17 de febrero de 2010

El encuentro con las tecnologías obsoletas

En un nivel superior al de la tierra infesta, encontramos un refugio cuyas paredes pintadas semejaban las cuevas de los primeros hombres. Mi tío y yo observábamos el desconcierto del niñito, quien nunca padeció los condicionamientos del encierro. El tío murmuraba solo: proteínas, calcio y más minerales... se preguntaba por la composición química de la materia y yo le aclaraba que sin importar de qué está hecho, un niño tendría que estar siempre acompañado de su familia.
El tío no caducó y pensó hallar una rama genealógica en donde ubicar al niño fenómeno, pero para su frustración no encontró ninguna y concluyó que se trataba de un mutante. La velocidad de los cambios ancló en un metal humanizado, cuya familia más cercana no estaba en los humanos mismos sino en las tecnologías obsoletas.
Claro está que para mí esta teoría tenía la consistencia de un fenómeno aislado que anidaba sólo en la mente del tío. Por eso no lo contradije y más tarde fuimos al encuentro con las viejas chatarras del hombre.

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Vidrios rotos