lunes, 8 de marzo de 2010

Ay! pero este niño luz...

Las chatarras serviles, con sus puertos de entrada, son sus bocas ansiosas: son la basura más predispuesta del lugar, con diseño amigable y ergonómico. Chatarra enlatada, con corazón de fibra y motor defectuoso. Chatarra de color a un costo adicional. Quién no quiso alguna vez tener perfil de usuario, involucrarse, llenar casilleros, volverlos a llenar, sentir la brisa del cooler en las rodillas...

Pero es inútil, hasta ahora con el tío hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance. Ninguna chatarra podía ayudarnos. Key words como niñito de metal _que ingresé inocentemente_ no nos conducían a ninguna parte. El mundo se había encogido, y aunque el servicio era de acceso ilimitado, los contenidos se reducían a miles de signos con un solo fin: la clausura del sentido (kind of writing bondage)
Y yo que pensaba que los nombres acortaban las distancias...
Ahora la esperanza del niño cabía en el pequeño pasillo a través del cual sólo era posible una búsqueda real, un recorrido propio, lleno de vicisitudes. Y así fue que, de vuelta en el refugio y en el más absoluto de los silencios, dilucidé el dilema del niñito. Ya era tarde, pues ya no estaba, se había ido.

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Vidrios rotos